ASPECTOS PSICOLOGICOS EN LA ARTRITIS

 

Cuando el paciente empieza a experimentar los síntomas de la Artritis Reumatoide, se enfrenta a una situación que cumple las características principales para disparar lo que en psicología denominamos un proceso de estrés. No sólo es una situación nueva, sino que se acompaña de una sintomatología muy marcada y limitante. Todo esto hace que el padecimiento de la enfermedad se convierta para el paciente en una amenaza importante que se ve aumentada por la falta de información y de armas para hacerle frente.

Si tuviéramos que describir las características más importantes que convierten a la artritis reumatoide en una situación estresante para el que la sufre podemos resaltar las siguientes:

- La novedad, impredictibilidad e incontrolabilidad de la enfermedad: Se trata de una situación nueva, sobre la que el individuo no tiene información y que cursa además siguiendo un patrón completamente impredecible y por tanto incontrolable.

- El dolor: presente en algunos casos de forma continua y muy intensa, parece ser más importante para los pacientes con AR que cualquier incapacidad tanto psicológica como física a la hora de utilizar medicación.

- La discapacidad: que se presenta en los pacientes con AR como una consecuencia de la evolución de la enfermedad y va limitándoles para la realización de muchas de sus actividades cotidianas.

- Otros: A estos elementos centrales de la AR, se asocian en ocasiones problemas laborales, económicos derivados de los anteriores, de pareja y en las relaciones sexuales, alteración de los roles familiares y problemas en las relaciones sociales, que pueden verse disminuidas a veces drásticamente.

Unidas a este proceso de estrés en el que el paciente con AR se ve insertado en sus intentos por afrontar la enfermedad, aparecen con mucha frecuencia emociones como la ansiedad y el miedo al futuro, la tristeza y la desesperación, o la ira y la rabia. Estas emociones no sólo restan calidad de vida al enfermo, sino que se ha observado que también afectan negativamente a la propia actividad de la enfermedad, que se ve aumentada, así como a los niveles de dolor y discapacidad que también incrementan.


Fuente: Dra. Marta Redondo, Profesora de Psicología de la Universidad Camilo José Cela